ORACION
VOCACIONAL
Noviembre
2015
Dejarse transformar por la misericordia de Dios
Jesucristo
es el rostro de la misericordia del Padre. En las parábolas dedicadas a la misericordia,
Jesús revela la naturaleza de Dios como la de un Padre que jamás se da por
vencido hasta tanto no haya disuelto el pecado y superado el rechazo con la
compasión y la misericordia. Conocemos estas parábolas; tres en particular: la
de la oveja perdida y de la moneda extraviada, y la del padre y los dos hijos
(cfr Lc 15,1-32). En estas parábolas, Dios es presentado siempre lleno
de alegría, sobre todo cuando perdona. En ellas encontramos el núcleo del
Evangelio y de nuestra fe, porque la misericordia se muestra como la fuerza que
todo vence, que llena de amor el corazón y que consuela con el perdón.
De
otra parábola, además, podemos extraer una enseñanza para nuestro estilo de
vida cristiano. Provocado por la pregunta de Pedro acerca de cuántas veces
fuese necesario perdonar, Jesús responde: « No te digo hasta siete, sino hasta
setenta veces siete » (Mt 18,22) y pronunció la parábola del “siervo
despiadado”. Este, llamado por el patrón a restituir una grande suma, le
suplica de rodillas y el patrón le condona la deuda. Pero inmediatamente
encuentra otro siervo como él que le debía unos pocos centésimos, el cual le
suplica de rodillas que tenga piedad, pero él se niega y lo hace encarcelar.
Entonces el patrón, advertido del hecho, se irrita mucho y volviendo a llamar
aquel siervo le dice: « ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero,
como yo me compadecí de ti? » (Mt 18,33). Y Jesús concluye: « Lo mismo
hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus
hermanos » (Mt 18,35).
La
parábola ofrece una profunda enseñanza a cada uno de nosotros. Jesús afirma que
la misericordia no es solo el obrar del Padre, sino que ella se convierte en el
criterio para saber quiénes son realmente sus verdaderos hijos. Así entonces,
estamos llamados a vivir de misericordia, porque a nosotros en primer lugar se
nos ha aplicado misericordia. (Misericordiae Vultus, BULA DE CONVOCACIÓN DEL
JUBILEO EXTRAORDINARIO DE LA MISERICORDIA)
canto ecos: 81
CRISTO
LIBERTADOR
Cristo nos da la libertad,
Cristo nos da la salvación,
Cristo nos da la esperanza,
Cristo nos da el amor.
Cuando luche por la paz y la verdad,
la encontraré.
Cuando cargue con la cruz de los demás,
me salvaré.
Cuando sepa perdonar a los demás,
tendré perdón.
Cuando siga los caminos del amor,
iré al Señor.
Dame, Señor, tu Palabra,
oye, Señor, mi oración.
Cuando siembre la alegría y la amistad,
vendrá el amor.
Cuando vaya en comunión con los demás,
seré de Dios.
Dame, Señor, tu Palabra,
oye Señor, mi
oración.
PERDON SIN CONDICIONES
Tu nos regalas el perdón.
No nos pides negociarlo contigo
a base de castigos y contratos.
“Tu pecado está perdonado.
No peques más.
Vete y vive sin temor.
Y no cargues el cadáver de ayer
sobre tu espalda libre”.
No nos pides sanear
la deuda impagable
de habernos vuelto contra ti.
Nos ofreces una vida nueva
sin tener que trabajar
abrumados por la angustia,
pagando los intereses
de una cuenta infinita.
Nos perdonas con todo el corazón.
No eres un Dios
de tantos por ciento en el amor.
“ A éste setenta y cinco
y al otro sólo veintitrés”.
Hagamos lo que hagamos
somos hijos cien por cien.
Tu perdón es para todos.
No sólo cargas sobre el hombro
a la oveja perdida,
sino también al lobo
manchado con la sangre de la oveja.
Perdonas siempre.
Setenta veces siete
saltas al camino
para acoger nuestro regreso,
sin cerrarnos el rostro
ni racionarnos la palabra,
por nuestras fugas repetidas.
Con el perdón nos das el gozo.
No quieres que rumiemos
en un rincón de la casa
nuestro pasado roto,
como un animal herido,
sino que celebremos la fiesta
de todos los hermanos,
vestidos de gala y de perfume,
entrando en tu alegría.
Te pedimos en el Padrenuestro:
“Perdónanos como perdonamos”.
Hoy te pedimos más todavía:
enséñanos a perdonar a los demás
y a nosotros mismos
como tú nos perdonas a nosotros.
LECTURA:
Mateo
18,23-35
23 El reino de los cielos es semejante a un rey que quiso
hacer cuentas con sus siervos.
24 Y cuando
comenzó a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos.
25 Mas como éste
no podía pagar, mandó su señor venderlo a él, y a su mujer e hijos, con todo lo
que tenía, para que se le pagase.
26 Entonces aquel
siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te
lo pagaré todo.
27 El señor,
movido a misericordia por aquel siervo, le soltó y le perdonó la deuda.
28 Pero saliendo
aquel siervo, halló a uno de sus consiervos que le debía cien denarios; y
tomándole del cuello, le ahogaba, diciendo: ¡Págame lo que me debes!
29 Entonces su
consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba, diciendo: Ten paciencia conmigo,
y yo te lo pagaré todo.
30 Mas él no
quiso, sino que fue y lo echó en la cárcel hasta que pagase la deuda.
31 Y viendo sus
consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y declararon a su
señor todo lo que había pasado.
32 Entonces
llamándole su señor, le dijo: ¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te perdoné,
porque me rogaste.
33 ¿No debías tú
también haber tenido misericordia de tu consiervo, así como yo tuve
misericordia de ti?
34 Entonces su
señor, enojado, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le
debía.
35 Así también hará
con vosotros mi Padre celestial, si no perdona de corazón cada uno a su hermano
sus ofensas.
Perdonar no es una opción sino una consecuencia de la
relacion filial con Dios Padre
La deuda de diez mil talentos
valía alrededor de 164 toneladas de oro. La deuda de cien denarios valía 30
gramos de oro. No existe medio de comparación entre los dos. Aunque el deudor
con mujer e hijos fuesen a trabajar la vida entera, jamás serían capaces de
juntar 164 toneladas de oro. Ante el amor de Dios que perdona gratuitamente
nuestra deuda de 164 toneladas de oro, es nada más que justo el que nosotros
perdonemos al hermano una deuda insignificante de 30 gramos de oro, ¡setenta
veces siempre!
¡El único límite a la gratuidad
del perdón de Dios es nuestra incapacidad de perdonar al hermano!
La sociedad del Imperio Romano era dura y sin corazón, sin espacio para los
pequeños. Estos buscaban un abrigo para el corazón y no lo encontraban. Las
sinagogas también eran exigentes y no ofrecían un lugar para ellos. Y en las
comunidades cristianas el rigor de algunos en la observancia de la Ley llevaba
dentro de la convivencia los mismos criterios de la sinagoga. Además de esto,
hacia finales del siglo primero, en las comunidades cristianas comenzaban a
aparecer las mismas divisiones que existían en la sociedad entre rico y pobre,
entre justos y pecadores...En vez de ser la comunidad un espacio de acogida,
corría el riesgo de volverse un lugar de condena y de conflictos. Mateo quiere
iluminar las comunidades, para que sean un espacio alternativo de solidariedad
y de fraternidad. Deben ser una Buena Nueva para los todos.
Dios Padre quiere que seamos
misericordiosos. Dios nos ha salvado para que seamos como su Hijo Jesús,
nuestro Salvador, y el primero entre muchos hermanos. Hemos sido perdonados por
Dios una deuda incalculable. Somos como el primer siervo de esta historia. Dios
tuvo misericordia de nosotros, nos perdonó todos nuestros pecados y nos hizo
hijos en el Hijo y hermanos entre nosotros.
PEDIR
CON SAN FRANCISCO
(REPETIMOS DESPUES
DE CADA FRASE)
Señor, hazme
un instrumento de tu paz:
-allí donde haya odio, que yo ponga el amor,
-allí donde haya ofensa, que yo ponga el perdón;
-allí donde haya discordia, que yo ponga la unión;
-allí donde haya error, que yo ponga la verdad;
-allí donde haya duda, que yo ponga la fe;
-allí donde haya desesperación, que yo ponga la
esperanza;
-allí donde haya tinieblas, que yo ponga la luz;
-allí donde haya tristeza, que yo ponga alegría.
(JUNTAS)
Señor, haz
que yo busque:
consolar y
no ser consolado,
comprender y
no ser comprendido,
amar y no
ser amado.
Porque:dando es como se recibe,
olvidándose
de sí es como uno se encuentra,
perdonando
es como se recibe el perdón,
y muriendo
es como se resucita a la Vida.
PADRE NUESTRO
ORACION FINAL:
Padre bueno ,
que has ofrecido tu Hijo para que todos tengamos Vida,
danos a nosotros, comunidad extendida por todo el mundo, tu amor y tu
perdon
y haznos capaces de testimoniarlo y comunicarlo a los demás.
Señor Jesús, concede tu perdon y tu amor
a todas las personas consagradas a ti, para el servicio a la Iglesia.
Hazles felices en su entrega, infatigables en su ministerio, generosas en
su sacrificio.
Que su ejemplo abra otros corazones para escuchar y seguir tu llamada.
Espiritu santo,
enfunde tu amor y tu perdon en todas
las familias cristianas,
para que sean fervorosas en la fe y en el servicio eclesial,
favoreciendo así el nacimiento y el desarrollo de nuevas vocaciones
consagradas,
de manera especial, fortalece los
jóvenes que llamas a tu servicio;
ilumínales en la elección; ayúdales en las dificultades; sostenles en la
fidelidad.
Amen
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